domingo, 25 de noviembre de 2012

El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas.


Haruki Murakami, 1985.

Tusquets, 2009.

Novela alegórica y poética muy en la linea de “Kafka en la orilla”, en la que el autor nipon, nos plantea los limites de lo que es real y de lo que no lo es.
Enmarcado por dos historias paralelas, una en un Japón casi actual, pero con un inframundo francamente onírico e irreal, y otro manifiestamente fantástico pero imbricado con el primero, la reflexión de la percepción del mundo y de como se crea este a partir de aquella no puede dejar de ser por lo menos interesante, aunque sea una cuestión que ya se planteaban los presocraticos.

Como fondo, la lucha por la información, con un entorno bastante curioso para los que hemos vivido ya la expansión de Internet, pero plausible para los años 80 del siglo pasado en los que la omnipresencia de la informática aún no se había realizado. Lucha actualmente menos manifiesta pero no menos encarnizada.

El tratamiento es interesante y bien ejecutado, pero Murakami se pierde en los detalles y elabora un libro de excesiva longitud y detalle, que pierde ritmo y se hace incluso difícil de concluir. Y es que el listón que pone el autor habitualmente es muy alto......

Otra “wonderland”, la de Earth, wind and fire.



Calificación: Regular.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Gran Gala Tchaikovsky

Compañía de Ballet Nacional Rusa.

A pesar de tener muy claro mi carácter de aficionado muy básico en la materia, no puedo por menos que sentirme desilusionado por el espectáculo un tanto pastichoso que vimos ayer. A mi personalmente, me dejo el sabor de ser un montaje alimenticio, básicamente para hacer caja y al que falta el amor y la pasión que deben de envolver todo trabajo bien terminado. Y más si hablamos de una de las figuras cimeras de la música mundial.

El vídeo queda bastante más lucido...



La coreografía, principal culpable desde mi punto de vista, en demasiadas ocasiones sigue un curso tan distinto a la música que hace dudar de si se ha simplificado una coreografía existente, sin aplicar un mínimo de interés al asunto. Y sin embargo no faltan escenas, como la Danza Oriental del Cascanueces, que poseen una intensa belleza y una muy buena ejecución, por lo que parece que se debe más a la desgana que a la falta de capacidad.

En verdad da pena que un elenco de bailarines de evidente talento, ejecutando algunas de las músicas mas bellas del mundo y frente a un público hambriento de ballet, queden mermados por fallos incomprensibles en una compañía que quiere enlazar con la excelsa tradición rusa en el campo de la danza.

Mención aparte merece la pésima calidad de los equipos de reproducción de sonido del Auditorium Víctor Villegas, que ha nos ha dado tantas jornadas para disfrutar de su buena acústica. Invertir en un sistema de altavoces que merezca tal nombre debería de ser objetivo prioritario, si se quiere poder dar espectáculos que tengan la música "enlatada".

En resumen, escasa compensación artística para la mala noche que hacia y que tan poco invitaba a salir de casa.