domingo, 10 de junio de 2012

Adolf

Osamu Tezuka.
“Adorfu ni Tsugu”, 1983-85.
Planeta-Agostini, Edición en 2 volúmenes. 2010.

“Los que lucharon en el mar se convirtieron en cadáveres flotantes.
Los que lucharon en tierra en cadáveres en descomposición.
Ademas, tanto en los campos como en las ciudades,
había montañas de huesos de los cadáveres de los inocentes”

Tezuka, considerado el padre del manga actual, sufrió una evolución muy marcada en su carrera, partiendo del infantil y optimista a “Astroboy” hasta llegar a obras francamente oscuras como “MW” o “Adolf”, que aquí nos ocupa. Son obras de madurez no solo gráfica sino también narrativa, ya que las historias se hacen ricas en matices y los personajes tienen una profundidad y una profundidad que hacen de Tezuka no solo un gran creador de mangas, si no también un colosal narrador.

La historia arranca en los juegos olímpicos de 1936, esa gran operación de propaganda nazi, cuando el hermano de Sohei Toge, corresponsal y ex-atleta nipón, muere en estañas circunstancias. La clara implicación del aparato nazi y la búsqueda de unos misteriosos documentos, comprometedores para el propio Hitler, desencadenan una cascada de sucesos en los que se entremezclan las vidas de numerosos personajes, tres de los cuales se llaman Adolf y son alemanes. La historia se extenderá mas allá del fin de la segunda guerra mundial, y de la propia importancia real de los documentos, hasta llegar a la palestina contemporánea sumergida en el conflicto entre árabes e israelíes.

Música para imágenes terribles: Del “Réquiem” de Mozart, “Kyrie Eleison” y “Dies Irae”.


La trama combina el genero bélico con el thriller político para construir una denuncia del racismo, de la locura humana, del totalitarismo y de la guerra. Finalmente veremos, con una visión sumamente amarga, como personas que han sido victimas del abuso y el horror se transforman en verdugos sanguinarios con justificaciones análogas a las que se emplearon contra ellos.

Como ya he dicho es una visión amarga, pero contada con una maestría narrativa y un dominio de los recursos de la historieta que, sin ser un gran estilista gráfico, permiten a Tezuka de nuevo crea una obra difícil de abandonar una vez comenzada, lo que hace de agradecer esta versión en dos volúmenes.

Recomendable tanto por fondo como por forma o como hito en la historia del cómic japones.

Calificación: Muy buena.

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